Mandarinas peruanas desaceleran su crecimiento tras la recuperación de las variedades tempranas.

La campaña exportadora peruana 2025 (abril-agosto) mostró señales positivas: se exportaron 220,834 toneladas por un valor aproximado de US$ 277 millones.

El mercado mundial de la mandarina vive un momento de notable dinamismo y se ha consolidado como el segundo cítrico más comercializado a nivel global, con aproximadamente el 28% del mercado, solo detrás de la naranja. Tras la pandemia de la COVID-19 se observó un repunte inesperado: el giro de los consumidores hacia alimentos basados en salud, con especial interés en los cítricos, impulsó un aumento del 16% en las importaciones globales durante el 2020, revirtiendo una trayectoria previa de estancamiento e incluso contracción.

Pese a ese impulso, la cadena enfrenta retos macroeconómicos y ambientales que condicionan sus perspectivas. El cambio climático altera el balance entre azúcares y ácidos en la fruta, complicando el aseguramiento de calidad y la obtención de volúmenes constantes. A estas dificultades se suman plagas y enfermedades como el greening (Huanglongbing, HLB), que ha provocado pérdidas millonarias en grandes productores latinoamericanos como Brasil, así como los mayores costos logísticos que implica transportar un producto tan perecedero, un problema especialmente sensible en Sudamérica.

En este contexto, el Perú ha ganado protagonismo: es el principal exportador de mandarina en Sudamérica y se sitúa entre los primeros a nivel mundial, ocupando el séptimo puesto por volumen. En el 2024, el país marcó récords al superar las 237,000 toneladas y alcanzar cerca de US$ 317 millones en exportaciones.

Este desempeño responde a un modelo competitivo que no apuesta por bajar precios, sino por diferenciarse en calidad: cumplimiento de estándares internacionales, trazabilidad y certificaciones como Global G.A.P., lo cual ha abierto acceso a nichos de mayor valor.

Una decisión estratégica clave ha sido la preferencia por híbridos tardíos patentados —Murcott, Tango, Orri y Nadorcott— frente a variedades tempranas y genéricas. Estas variedades, más apreciadas en mercados internacionales, constituyen hoy cerca del 87% de los envíos peruanos. Asimismo, la extensión de la ventana de cosecha (abril a noviembre) permite a Perú posicionarse en momentos de menor oferta del hemisferio norte.

La campaña exportadora peruana 2025 (abril-agosto) mostró señales positivas: se exportaron 220,834 toneladas por un valor aproximado de US$ 277 millones, lo que supone un incremento del 9% en volumen y del 4% en valor respecto al periodo anterior.

El precio promedio cayó solo un 5%, situándose alrededor de US$ 1.25 por kilogramo, un comportamiento más favorable que el observado en otros productos de la canasta agroexportadora. Parte de este avance se explica por la recuperación de las variedades tempranas (Satsuma, Primosole, Nova), que en el 2024 habían sufrido caídas productivas importantes por factores climáticos y en 2025 mostraron repuntes significativos.

No obstante, persisten riesgos estructurales que ponen en peligro el crecimiento sostenido. El problema más relevante es la escasez de nuevas plantaciones desde el 2020; según ProCitrus, de no retomarse la inversión en plantaciones, las exportaciones podrían estancarse hacia el 2030. Además, los elevados fletes marítimos y la competencia temprana con fruta proveniente de Marruecos y California presionan la rentabilidad, sobre todo para las variedades tempranas y los pequeños productores.

Aun así, existen oportunidades claras gracias a nuevas variedades patentadas para cubrir la ventana comercial de abril-mayo, periodo en que la oferta peruana es menor. El mercado asiático representa la mayor oportunidad estratégica; la puesta en marcha del nuevo puerto de Chancay, al reducir tiempos de tránsito, podría mejorar la competitividad y la calidad de la fruta al llegar a destino, facilitando mayor penetración en ese mercado.

Japón también debe estar por evaluar las condiciones fitosanitarias para certificar algunas variedades adicionales de mandarinas desde el Perú. Ello ayudará a que nuevas variedades puedan venderse a ese destino.

La competencia internacional continúa siendo fuerte, Sudáfrica lidera por volumen mientras Chile y Argentina compiten en la región. Hacia el cierre de la campaña 2025, se espera que el crecimiento explosivo de los primeros meses se atenúe. La disponibilidad limitada de mandarinas tardías, como la W. Murcott, podría hacer que el crecimiento de las exportaciones de mandarinas peruanas se ubique entre 10% y 15% anual, moderando las cifras iniciales.

En síntesis, el modelo exportador peruano, basado en calidad y especializaciónvarietal, lehapermitido consolidar un liderazgo regional y una presencia global destacada. La recuperación observada en el 2025 confirma la resiliencia del sector, pero su sostenibilidad futura exige condiciones de confianza y estabilidad jurídica que incentiven nuevas inversiones en plantaciones. Mantener la diversificación varietal y afianzar el acceso a mercados estratégicos —especialmente Asia— será determinante para convertir los retos actuales en oportunidades de crecimiento sostenido.


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