El mercado global del ajo, con un comercio internacional que supera los US$ 4,400 millones anuales, presenta una marcada asimetría estructural dominada por China, país que concentra cerca del 70% de la producción mundial y ejerce un poder significativo sobre los precios internacionales. Para el cierre del 2025 se proyecta un crecimiento anual de entre 3% y 5%, impulsado por la expansión de la industria alimentaria y el auge de los usos nutracéuticos. Sin embargo, este mercado opera en gran medida como un comercio de saldos, ya que solo una pequeña fracción de la producción total se destina a la exportación, lo que lo vuelve extremadamente sensible a interrupciones localizadas en la oferta o a problemas logísticos.
Después del indiscutible liderazgo chino, los principales exportadores son España, reconocida por la calidad de sus variedades y su acceso al mercado premium europeo; Argentina, que abastece contraestacionalmente a Norteamérica y Europa; y Egipto. El panorama internacional este 2025 combina presión sobre los precios con altos niveles de productividad.
Volviendo a China, el gigante asiático inició su temporada alta de exportación en junio, con una superficie cultivada 10% mayor que el año anterior y rendimientos de excelente calidad, destacando calibres superiores a 5.5 cm y un incremento del 25% en la producción de ajo de piel blanca. Esta abundante oferta mantiene los precios chinos en niveles bajos, dificultando que los competidores sostengan cotizaciones altas a largo plazo. El exceso de existencias, que incluye el envío masivo de stocks antiguos hacia la Unión Europea, ha ralentizado las ventas del ajo español, pese a su reconocida calidad.
A esta presión se suma la volatilidad logística. Desde junio, los costos de transporte internacional han aumentado considerablemente, llegando a más que duplicarse en las rutas sudamericanas —de entre US$ 1,000 a 1,500 por contenedor—, aunque el impacto sobre las exportaciones chinas ha sido limitado. Pese a ello, persisten oportunidades significativas en los nichos premium que valoran la diferenciación, la calidad y la trazabilidad, como el ajo morado o el ajo español en el mercado estadounidense. Asimismo, los productores del hemisferio sur mantienen ventajas en ventanas contraestacionales.
Los modelos de producción reflejan estas dinámicas. En China predomina la producción masiva y de bajo costo para influir en el precio spot global. En cambio, España e Italia apuestan por la integración vertical y la calidad varietal —con ajos morados o chilotes—, orientándose a los segmentos premium y retail, bajo rigurosas certificaciones.

En el Cono Sur (Perú, Chile, Argentina), el modelo se basa en la provisión contraestacional, exportando entre noviembre y febrero —con la campaña peruana iniciando en septiembre— para cubrir los vacíos del hemisferio norte. En países con producción fragmentada, como el Perú, el comercio depende de empresas intermediarias o traders que compran a pequeños productores, estandarizan el producto, lo almacenan y gestionan los exigentes requisitos fitosanitarios.
Un cambio relevante se dio en Argentina, donde una desregulación este 2025 eliminó restricciones obsoletas sobre el tamaño mínimo de las cabezas de ajo, dejando al SENASA enfocado únicamente en la sanidad y trasladando al mercado la definición de calidad.
El modelo peruano, por su parte, se ha consolidado como un exportador relevante, ubicándose entre los diez primeros del mundo y concentrando casi todas sus ventas en ajo fresco. La variedad predominante es el ajo morado chino, que ha reemplazado al tradicional napurí por su alta productividad y versatilidad comercial. La producción se concentra en Arequipa —particularmente en los valles de Majes, Tambo y Pedregal—, región que aporta alrededor del 60% del total nacional. Huanca, en la provincia de Caylloma, es reconocida como el corazón productivo, con rendimientos que superaron las 10 toneladas por hectárea en la última campaña, gracias a una gestión eficiente del agua y la innovación tecnológica. Zonas emergentes como San Román (Puno) alcanzan incluso 11 toneladas por hectárea y apuntan activamente al mercado brasileño, que demanda cerca de 60 toneladas mensuales.
El desempeño exportador del ajo peruano este año ha sido sobresaliente, especialmente tras el reinicio de la campaña en septiembre. Hasta ese mes, los envíos totalizaron unas 7,657 toneladas por un valor de US$ 18 millones, lo que representa un incremento de 222% en volumen y 339% en valor respecto del año anterior. Los precios también mostraron un notable desempeño, con un promedio de US$ 2.33 por kilogramo, un aumento del 36% frente a la campaña previa. Aunque es probable que el ritmo de crecimiento se modere en los próximos meses, las perspectivas siguen siendo positivas.
Hacia adelante, las oportunidades para los exportadores peruanos se centran en aprovechar la ventana estacional favorable —con picos entre noviembre y diciembre— que les permite competir directamente con China, fortalecer la reputación del ajo morado por su calidad y expandir el acceso comercial a mercados clave como México y Estados Unidos. Sin embargo, persisten desafíos: la dominancia de China, los altos costos logísticos y la dependencia de pocos destinos, especialmente México, generan vulnerabilidad comercial. A ello se suman problemas estructurales, como la menor productividad por hectárea frente a los líderes mundiales y los riesgos climáticos, particularmente las sequías en Arequipa.
Para asegurar la sostenibilidad y maximizar la rentabilidad, los productores y exportadores peruanos deben orientarse hacia el valor agregado, desarrollando líneas como ajo negro, extractos o ajo prepelado para los segmentos industrial y retail, diversificando así ingresos y reduciendo la exposición al volátil mercado del ajo fresco.
También es fundamental diversificar destinos, priorizando la entrada a mercados premium como la Unión Europea y el Reino Unido, y consolidar la presencia en Brasil. La mejora en la cadena de frío y la logística es clave: invertir en contenedores reefer o asegurar contratos a largo plazo permitirá mitigar riesgos de flete y demoras que afectan la calidad del producto en destino.
Las autoridades, tanto regionales como nacionales, deben apoyar con inversiones público-privadas en riego tecnificado en Arequipa y otras zonas productoras, mitigando el riesgo climático y elevando el rendimiento por hectárea. Asimismo, deberían impulsarse iniciativas de diferenciación, como una posible Denominación de Origen para el ajo de Huanca.
Finalmente, los compradores internacionales deberían ver al Perú no solo como un proveedor contraestacional, sino como una fuente confiable de variedades de alta calidad —como el Morado Chino—, que ofrece una alternativa sólida y trazable frente a la oferta china, respaldada por el creciente compromiso peruano con el cumplimiento fitosanitario y la mejora continua de los calibres para el segmento retail.
