La cebolla, un mercado donde el Perú se está quedando atrás

El desempeño del Perú en el 2025 refleja una dualidad entre volumen y rentabilidad. Hasta septiembre, las exportaciones sumaron 195,024 toneladas, prácticamente lo mismo que el año anterior, pero el valor total apenas alcanzó US$ 75 millones, lo que representa una caída cercana al 13%.

Remesas de cebolla

El negocio mundial de cebolla constituye un ecosistema de gran magnitud, cuyo valor anual de exportaciones bordea los US$ 5,082 millones. Durante el 2025, este mercado ha evidenciado una evolución heterogénea, influenciada por presiones tanto climáticas como de demanda. En este escenario competitivo, el liderazgo se define por la capacidad logística y la escala productiva de unos pocos actores clave. Países Bajos se mantiene como el principal exportador, con cerca del 16% de su producción destinada al exterior, seguido por China (12%) y México (9%).

Los países líderes sustentan su posición en estrategias de integración y volumen. En el caso neerlandés, su crecimiento se ha basado en la expansión del área cultivada, que alcanzaría unas 33,200 hectáreas en el 2025, y en la diversificación de su oferta, con un aumento del 30% en la producción de cebollas rojas durante la campaña 2024/2025.

Su ventaja radica en una infraestructura logística y de procesamiento avanzada, respaldada por inversiones en integración vertical y tecnología de punta, como el uso de inteligencia artificial (IA) y aprendizaje automático para optimizar la calidad y eficiencia productiva, ejemplo de ello es el proyecto MSP Platinum. Comercialmente, el 68% de las exportaciones neerlandesas se dirige a más de 130 destinos fuera de Europa, aunque la necesidad de colocar grandes volúmenes puede llevar a ventas a precios reducidos cuando el producto no cumple con estándares de almacenamiento prolongado.

Por su parte, México ejerce un papel determinante en Norteamérica, donde el inicio de su temporada, junto con la de Texas, contribuye a aliviar la presión sobre los precios en Estados Unidos. En tanto, India, actualmente el cuarto mayor exportador, ha reactivado con fuerza su comercio exterior tras eliminar en abril de este año el arancel del 40% a la exportación, favorecida por la recuperación casi total de los rendimientos en sus principales zonas productoras. Sin embargo, enfrenta una debilidad estructural vinculada a la falta de infraestructura de almacenamiento adecuada, lo que la hace altamente vulnerable a lluvias intensas que provocan pérdidas significativas, como las registradas en Maharashtra, donde se perdió hasta el 50% del producto almacenado.

El panorama internacional del 2025 ha estado marcado por una sobreoferta global durante el primer semestre, lo que ha mantenido los precios bajo presión en regiones como Estados Unidos y ha generado una “globalización” de precios bajos que afecta a productores del Perú, México, Argentina y España. La volatilidad climática y los riesgos fitosanitarios siguen siendo problemas estructurales. En Europa, la sequía amenaza la producción en el Reino Unido, mientras que en España las lluvias y enfermedades como el mildiu y los trips redujeron la producción de cebolla temprana, encareciendo los calibres grandes.

Sin embargo, emergen oportunidades asociadas a la diferenciación de producto, especialmente en la demanda de cebollas de gran tamaño para el canal Horeca, en la que España mantiene ventaja. También crece el interés por productos procesados, como cebolla deshidratada, en copos o congelada, dirigidos a mercados distantes como Europa y Estados Unidos, un nicho que India ya comienza a explotar.

En este contexto, el modelo exportador peruano se caracteriza por su enfoque en la calidad, innovación varietal y capacidad de abastecimiento continuo. La producción nacional se apoya en el uso de semillas híbridas mejoradas, como Century, Campolindo, Plethora y Sweet Caroline en amarillas, o Golazo y Noam en rojas. La variedad Golazo, híbrida y rosada de días cortos, ha sido desarrollada para el mercado local y la exportación regional, destacando por su excelente poscosecha y firmeza de cáscara, cualidades que la hacen ideal para transportes prolongados.

El manejo agronómico, cada vez más técnico y liderado por nuevas generaciones de profesionales, ha permitido a Perú mantener una oferta casi permanente a lo largo del año. Esta capacidad se complementa con la flexibilidad de siembra de variedades como Golazo, que permite extender la campaña hasta cinco meses y cubrir ventanas comerciales estratégicas, como la escasez en Chile entre septiembre y noviembre.

Las exportaciones peruanas se concentran en cebollas rojas y rosadas para los mercados vecinos —Ecuador, Colombia, Bolivia y Chile—, y en cebollas amarillas dulces tipo granex, de bajo nivel de pungencia, para destinos más exigentes —Estados Unidos y España—. Aunque el sector enfrenta limitaciones logísticas y financieras, el Senasa continúa gestionando la apertura de nuevos mercados, entre ellos el de Panamá.

El desempeño del Perú en el 2025 refleja una dualidad entre volumen y rentabilidad. Hasta septiembre, las exportaciones sumaron 195,024 toneladas, prácticamente igual que el año anterior, pero el valor total apenas alcanzó US$ 75 millones, lo que representa una caída cercana al 13%. Esta disminución se explica por la caída del precio promedio a US$ 0.39/kg, un 13% menos que en años previos.

El descenso de precios, producto de la sobreoferta del primer semestre, llevó las cotizaciones por debajo del costo promedio de producción, estimado en US$ 0.25/kg. No obstante, la reducción de siembras derivada de la baja rentabilidad podría favorecer una recuperación de precios hacia finales del año.

Las oportunidades del sector cebollero peruano se centran en la diferenciación varietal y en la creciente demanda de cebollas dulces y rojas gourmet, impulsadas por la reputación de la gastronomía peruana. El acceso consolidado a mercados regionales y la expansión hacia Estados Unidos y España fortalecen su posición competitiva, mientras que un tipo de cambio favorable en Europa podría abrir nuevas rutas comerciales.

Asimismo, la certificación en trazabilidad y sostenibilidad brinda la posibilidad de afianzar una imagen de producto de alta calidad. Sin embargo, las amenazas persisten: los riesgos fitosanitarios (Peronospora, Alternaria y Stemphylium), la escasez de agua, la variabilidad climática y los altos costos laborales y logísticos limitan la competitividad frente a productores de menor costo. A ello se suma la falta de una gestión eficiente de inventarios puede agravar la sobreoferta y provocar nuevas caídas de precios.

Para asegurar la rentabilidad futura del sector, se requieren acciones coordinadas entre los actores públicos y privados. Las instituciones estatales deben acelerar la apertura de nuevos mercados mediante la simplificación de procesos fitosanitarios y la negociación de acuerdos comerciales, reforzando el impulso del Senasa.

También resulta esencial invertir en investigación y desarrollo agrícola para obtener variedades más resistentes a enfermedades y estrés hídrico, además de fortalecer las tecnologías de poscosecha y almacenamiento, evitando pérdidas como las que enfrenta India.

El sector privado, por su parte, debe priorizar la diversificación de productos y destinos, apostando por líneas de valor agregado — como cebolla deshidratada, en polvo o congelada— que permitan acceder a mercados con mayores márgenes y menor dependencia logística. En el plano productivo, es fundamental optimizar los calendarios de siembra, aprovechando la flexibilidad de variedades como Golazo para sincronizar las cosechas con ventanas de escasez en el mercado regional o con picos de demanda en el hemisferio norte.

Finalmente, la adopción de tecnologías inteligentes, inspiradas en el modelo neerlandés, podría mejorar la eficiencia operativa, asegurar una calidad constante y fortalecer las certificaciones de sostenibilidad y trazabilidad, factores clave para sostener precios premium


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